Un grupo de presos aprovecharon las fallas de seguridad de la cárcel donde están recluidos, para construir dos computadoras a base de desechos de equipos antiguos, y hackear la red de su prisión.
Las autoridades del recinto descubrieron los dispositivos en julio de 2015, pero el caso no se hizo público sino hasta dos años después. Según los oficiales, los reclusos obtuvieron el acceso a los materiales participando en un proyecto de clasificación de residuos de una organización especializada en reciclaje, y después utilizaron los conocimientos que adquirieron estudiando programación en la prisión para montar los equipos.
El análisis forense reveló que durante los cuatro meses que estuvieron usando los dispositivos, lograron sacar datos de los archivos de la prisión, obtuvieron pases de acceso a áreas restringidas y hasta lograron solicitar una tarjeta de crédito.